En julio del año
1989, mi hijo mayor Rey tenía apenas seis meses de edad. Recuerdo que le regalé
un facsímil de La Edad de
Oro que publicaron a propósito del Centenario de la, preciosa y preciada,
revista publicada para los niños y las niñas por José
Martí.
Cuando tuvo apenas dos o tres años, recuerdo que nos acostábamos en la gran cama, que antes fue de Papantero
(mi abuelo paterno), mirábamos las ilustraciones y le leía cuentos de
Meñique, Tres Héroes, Bebé y el señor Don Pomposo y La Ilíada de Homero.
Rey, que habló muy bien desde que tenía
apenas 10 meses de edad, me preguntaba incansablemente por la cólera de Aquiles,
el valor de Héctor, la esclava Briseida, los caballos que lloraban y los Dioses
que guiaban las batallas.