martes, 17 de enero de 2017

El balsero y la mariposita (tomado de Crónicas de mi Aldea)



  En la acera, frente a la otrora casa de Yosvani quedaron para
siempre los nombres grabados en el cemento



                                                            A Yosvani, que desde algún lugar del universo me sonríe...

Una noche de noviembre, no importa cuándo exactamente, se fue al mar. Después de intentar abandonar Cuba una decena de ocasiones, esta vez creyó sentirse realizado.
Con un numeroso grupo, entre los que se encontraban otros jóvenes, mujeres y niños, confió en personas inescrupulosas que por tal de ganar dinero, subieron a una lancha de paseo a muchos más seres humanos de los que en realidad soportaba la embarcación.
Todavía, a pesar de que transcurrió el tiempo, hay familiares de aquellos náufragos que no desmayan en averiguar. Las autoridades los declararon desaparecidos en alta mar, y nadie sabe cómo ocurrió el desenlace de más de 30 seres en una lancha donde solo había capacidad para ocho.
Yosvani era un joven querido por su familia y por sus amigos. Jodedor y dicharachero, con oficio de chofer, trabajo todo el año, novias, una moto para pasear y el don de sonreír siempre.