sábado, 19 de octubre de 2024

Se fue la luz

  Cuba entera se quedó sin corriente. Una avería en la Central Termoeléctrica Antonio Guiteras, de Matanzas, provocó la caida del sistema electro energético, desde occidente a oriente y viceversa.

  En el hospital donde velo por la salud de mi hijo menor, de inmediato se activó el grupo electrógeno y siguieron funcionando los ventiladores de la terapia, los equipos de ultrasonido y todo lo que permite vitalidad en los servicios tan importantes de la salud pública.

  Con la poca, o casi nula conexión del teléfono móvil, he logrado mantenerme al tanto de las noticias, compartir en las redes sociales y estar en contacto con los colegas y directivos del medio de prensa donde trabajo.

  En el hospital Comandante Manuel Fajardo, de La Habana, la atención es esmerada, profesional y humana. El personal médico, paramédico, de servicio, todos en función de la dinámica cotidiana, hacen análisis, evalúan historias clínicas, limpian los pasillos y salas, cambian sueros e inyectan medicamentos, los que hay, los que se pueden obtener, a pesar del cerco al que estamos sometidos los cubanos.

  Se fue la luz, el clima está inestable, llueve a intervalos, los trabajadores eléctricos no durmieron, en el despacho nacional de carga la intensidad del trabajo se siente, el Presidente Díaz-Canel pendiente y presente.

  Es Cuba, la guerrera de siempre, la que se levanta con su gente honesta y honorable, trabajadora, que a veces pierde la paciencia por errores internos, decisiones en momentos duros; pero que resiste el brutal cerco.

  Hay culpables dentro que no gestionan bien, responsables de problemáticas cotidianas y para eso se están ordenando los asuntos; pero los culpables mayores, están soltando mucho dinero para desestabilizar a la Isla pequeña en el mar Caribe intenso de los huracanes.

  Se fue la luz, mis colegas han hecho malabares para mantener las plataformas comunicativas vitales y ofrecer la información inmediata a quienes quieren saber por qué ya el apagón sobrepasó los límites, en un solo auto se trasladaron editores, redactores, periodistas, fotógrafos, técnicos. Hubo quien buscó la cobertura del móvil en una "lomita" para que la indicación llegara a tiempo.

  Se fue la luz y la doctora Marta llegó bajo una sombrilla con una crema sanadora, "que su abuela siempre recomendaba" para aliviar el hematoma en el brazo de mi hijo, que sale poco a poco del dengue...

  Difícil está la situación; pero perdí la cuenta de los sueros que pusieron a mi hijo para mantener la hidratación, de los análisis que hicieron a cualquier hora para contar plaquetas, de la solidaridad humana de otros pacientes y acompañantes, de la constante preocupación de todos y todas en la sala, de las manos amigas que enviaron mensajes, de las llamadas constantes, a pesar de que se fue la luz.

  Los refrigeradores ya no son fríos, hay silencio inusual de sábado, se recuperará paulatinamente el sistema electro energético en el país, lo cotidiano sobrepasa las buenas voluntades; pero ¿quién dijo que vamos a bajar los brazos? Creo, que en efecto deberíamos tirar piedras y sonar calderos contra los que no dejan a Cuba vivir en paz.


miércoles, 17 de abril de 2024

Con deseos de volver

 


 Hace mucho rato, demasiado para mi gusto, que ni siquiera paso por el blog, este que nació hace mucho tiempo, en una plataforma de Blogia, casi de palo, que migró a Blogspot también hace bastante, y que sigue vivo en el ciberespacio; pero desactualizado.

 Se me ocurre que abril es buen mes para volver por estos lares y tal vez dejar algunas vivencias de actuales.

 Es el cuarto mes del año el de la primavera en su pleno apogeo, cuando ya puedes ir al mar, aunque en Cuba se puede ir al mar en cualquier estación, es tiempo de ver al sol esconderse más tarde en el horizonte y aprovechar las horas antes de que llegue la noche para caminar.

 Revisaba el último post publicado y mucho ha cambiado desde entonces. Me impongo escribir con más sistematicidad y pasar por aquí más seguido, porque lo que no ha cambiado son mis deseos de volver.

 

 

jueves, 3 de junio de 2021

La escriba de Castro


 
  Una vez en un sitio web que ahora no viene el caso, alguien nombró a esta reportera como “escriba de Castro” por defender el legado de Fidel y reflejar, por aquellos días la presencia de Raúl y sus palabras en un acto por el Día de la Rebeldía Nacional.
  Es que los que comparten mi generación siempre vimos a Raúl de verde olivo, evocando las ideas de Fidel con argumentos, en constante instrumentación de su pensamiento claro y preciso.
  Raúl Modesto Castro Ruz fue al Día de la Santa Ana y cuando lo detuvieron en el hervidero todo que se convirtió la eterna ciudad de Santiago de Cuba, se echó la culpa para proteger a Fidel.
  Siempre me llamó la atención aquella histórica foto, cuando el grupo salía del presidio Modelo, en la otrora Isla de Pinos, después de la “prisión fecunda”, él tan joven, guapo, involucrado en esos trajines de cambiar el mundo, luchar por la justicia, ansiar la libertad sin tener dueños.
  Desde muy pequeño acompañó a Fidel en sus andadas por la finca de “los viejos”, en las calles de Santiago de Cuba dejó su impronta de adolescente y el temperamento de hierro que se formaba.
  Al triunfo de enero llegó con poca barba, mucha juventud e infinita voluntad de echar a andar el carro. Siempre de verde olivo, en las buenas y en las malas.
  Girón, el Octubre de conflagración, zafras del pueblo, el mismo pueblo combatiente, el enemigo de frente y solapado, lo tuvieron entre los primeros.
  Planes de atentados, de desestabilización, campañas difamatorias...y él aquí, siempre de verde olivo.
  En las Fuerzas Armadas Revolucionarias, en el período especial más duro, con el ejemplo incalculable, con el oído pegado a la tierra, sin descansar.
  Raúl escucha, atiende, probada está su estrategia. Logró con inteligencia el restablecimiento de relaciones diplomáticas con el país más poderoso, sin claudicar, sin condiciones. Y recibió en Cuba revolucionaria al primer Presidente de los Estados Unidos que visitó la Isla después de enero de 1959.
  Al pueblo le dio el pecho para anunciar la partida del Comandante en Jefe, y a Santiago volvió para el adiós al hermano, allí al lado de Martí, sitio sagrado de la Patria.
  Su modestia a toda prueba la reafirmó el día en que anunció que concluiría su mandato, que se abriría paso otra generación para conducir al país, el país que fundó y salvó con aquellos barbudos que crecieron en el Granma, que pelearon en las montañas, que sobrevivieron a las huestes de un dictador nombrado Fulgencio Batista y lograron la victoria rebelde.
  Un hombre rudo, sin embargo anunció que su último viaje lo haría al Segundo Frente, junto al amor que encontró entre los montes, su Vilma querida que dio lecciones al mundo, en tiempos difíciles.
  Junto a su pueblo “halando parejo” llega Raúl a los 90 junios, en un mundo hoy convulso. Cuba reordena el modelo económico y se suma a las muchas voces que exigen equidad, él dejó bien claro, porque cree en sus palabras, que es el socialismo el sistema más justo de la tierra.
  Hace tiempo me llamaron “escriba de Castro”, ¡Cuánto honor me hacen!, esa palabra proviene del latín: scriba. En hebreo so.fér, procede de una raíz que significa contar y se traduce en secretario, escribano, copista, y la palabra griega gran.ma.téus se traduce escriba, instructor público, el término alude a una persona instruida, ojala y hubiera estado más cerca de Raúl Castro.
 

jueves, 28 de enero de 2021

Romanza de enero


  Te levantas y tienes que salir a la calle a cumplir con tu función social, esa de mantener a los otros informados, de decir la verdad, de andar a la “viva” porque los tiempos no creen en fantasmas, desde hace casi un año un potente virus azota y mata, el país, como el mundo vive una crisis de la economía y arrecia el infame bloqueo impuesto por un sistema que pierde prestigio a diario.

  Sales y te encuentras a mucha gente arriesgando el pellejo para salvar la vida de otros que se contagiaron. Personas que tienen hijos, padres, hermanos, parejas, amigos y vecinos y hace casi un año no los abrazan, no los besan, hablan de lejos, solo pueden reunirse en familia cuando un día detrás del otro trae la prueba negativa, y el asilamiento establecido por los protocolos.

  Cumples con las medidas de bioseguridad, las manos ásperas de tantas soluciones alcohólicas, desinfectantes, los labios secos, detrás de la mascarilla que pierde el color a causa del cloro, del sol, la sonrisa cubierta y los ojos que lo miran todo: al que anda sin la debida protección a riesgo de contagiar a sus semejantes, los que persisten en hacer colas, aglomerarse, revender productos que son escasos, a la muchacha que patrulla el parque, a quienes, a pesar de todo, escriben poesía.

  Te vas a tomar el pulso a la vida, y allá en cualquier punto cardinal del territorio donde vives aparece un jovencito, recién graduado de ingeniero en la Universidad, que vive en una localidad distante, que amanece embarrado de grasa y hollín porque hay que producir azúcar, esa que se exporta para que entre un “dinerito” al país y se pueda comprar, haciendo malabares, la medicina para un niño que espera en la sala de un hospital con la cabeza calva.

  Piensas en que tienes a un hijo cerca que no sale de casa, que estudia una carrera en la universidad y sueña con volver a las aulas con sus amigos, compañeros, profesores, satisfacer la necesidad del conocimiento, el otro a 100 kilómetros, sin la mínima idea de cuando puedas abrazarlo y compartir con los nietos que crecen sin apenas conocerte.

  Ahora mismo los hay en una sala de terapia intensiva arrugando el seño porque la paciente asmática está crítica, y se entera que aunque bajó la cifra de contagios por el mortal virus, un colega de 49 años perdió su vida, valiosa, llena de proyectos, y te jode cuando te enteras que un grupito de desalmados, inconscientes en pleno rebrote, fueron a protagonizar un espectáculo y tratar de desestabilizar la institucionalidad en un estado de derecho con una carta magna transformadora, y refrendada por una pila de coterráneos.

  Más tarde cuando tienes tiempo de echar una mirada a las redes sociales, esas que inventaron los poderosos para manipular a los ingenuos, te das cuenta que el show estaba preparado, ensayado y anunciado, que la Embajada del país más poderoso (y ahora mismo desprestigiado) se “preocupa” por la “violencia” contra unos “pacíficos” jóvenes…

  No te queda de otra que volver al Maestro, el que nació hace 168 años; pero que escribió anoche para alertarnos: "Pero no augura, sino certifica, el que observa cómo en los Estados Unidos, en vez de apretarse las causas de unión, se aflojan; en vez de resolverse los problemas de la humanidad, se reproducen; en vez de amalgamarse en la política nacional las localidades, la dividen y la enconan"

 

martes, 22 de diciembre de 2020

Las dos Daysi


  Una era mulata bien formada y con cabello casi lacio, el cual peinaba con esmero en un moño, o una cola adornada con hebillas o cintas, la otra blanca de ojos bien definidos y pestañas largas. Las dos siempre vestían elegantes y olían a perfume de rosas, usaban zapatos altos y adornaban su vestuario con aretes, argollas, collares y pulsas, algo que siempre quise imitar.

  La Daysi maestra de pre-escolar tocaba el piano como un ángel, nos enseñaba colores, figuras, a rasgar papeles y a controlar los músculos para la futura escritura, mediante el dibujo de círculos, óvalos o rectángulos, también salía por la puerta trasera del aula, siempre limpia y ventilada, para contemplar al esposo jugar pelota en el terrenito contiguo a la escuela Enrique Hart, en el Central España Republicana.

  Tenía ella dos hijos, que eran casi contemporáneos a sus alumnos que se iniciaban en las tareas escolares, solía cantarnos en las tardes aquellas piezas infantiles de moda, las que más tarde me sirvieron para arropar a mis hijos.

  A esta Daysi le debo mis primeras letras, y le agradezco su paciencia ante una niña que llegó a pre-escolar leyendo la lámina colgada en la puerta que mostraba a un flamante gallo de pico dorado y cresta inmensa y un cartel que leí al instante de sentarme en el pequeño pupitre “El gallo corre”.

  Infinito cariño por esta maestra, la primera, la de siempre, a quien vi a veces sistemáticamente y otras no tanto, cuando crecí fuimos compañeras en una comisión de industrias en el Poder Popular del municipio de Perico, y lloré cuando supe de su partida, antes de tiempo de este mundo.

  La otra Daysi, la de cuarto grado, la directora de la escuela Tamara Bunker, cuando ya casi concluía la enseñanza primaria, la que incentivaba la lectura no por casualidad, con intención, la que hablaba de Martí con devoción, la que me acercó por primera vez al Che Guevara como un ser humano y un guerrillero, ese que lamento no haber visto nunca, y con el que sueño todos los días.

  Esta Daysi me empujó al periodismo, elogiaba aquellas composiciones que redactaba de un tirón y que después supe que eran crónicas, claro, escritas por una niña en  cuarto, quinto o sexto grado, textos que describían la molienda del central o un paseo a Viñales, los mogotes y las multicolores orquídeas de Soroa, entonces en Pinar del Río.

  Ella recomendaba libros, narraba historias y hablaba con voz de trueno cuando algún muchacho del aula hacía travesuras; pero estaba siempre atenta a los detalles, la ortografía, contaba la historia y sus pasajes apasionada e instaba a investigar para aprender, en aquellos tiempos no habían computadoras y de puño y letra sus alumnos entregaban las tareas, muchas iban al mural del aula y nos sentíamos felices porque “la maestra” sabía reconocer a quienes se esmeraban.

  También tuvo dos hijos, y un día la vi partir hacia otro sitio, lejos, nunca más la he visto, solo y gracias a las redes sociales mantenemos el vínculo, el que no puede fragmentar ni la distancia, ni el tiempo, dice que siempre fui su “niña” y le agradezco.

  Claro que tuve otros maestros y maestras, buenos, inteligentes, que complementaron conocimientos. Los de la universidad dejaron también rastros en sus libros o conferencias que todavía consulto para llevar a mis alumnos lo que aprendí por voluntad propia, pues nadie me obligó a ser periodista.

  Pero las dos Daysi siguen conduciendo mi destino, junto a mi madre, la maestra mayor que he tenido.

 

jueves, 19 de noviembre de 2020

En homenaje a Tania la Guerrillera en sus 87 años

 


Es algo que escribí hace tiempo. Breve como su vida, intenso como su amor por América toda. Para no dejar que muera su ejemplo. Mujer de arrojo y esperanza. Tania, Tamara, Laura, múltiples rostros en una vida que todavía desanda la selva...



Cuentan los pobladores de Valle Grande, en Bolivia, que muy cerca del Vado Mauricio, por donde corre el río, en las tardes, una mujer de coposa cabellera, vestida de campaña y con una ametralladora al hombro, resurge de entre las aguas y se pasea por
las riberas…
  Esta es una de las tantas leyendas que rondan a la figura de Tamara Bunke Bider, Tania  la guerrillera del Che en Bolivia, quien cayó el 31 de agosto de 1967 en una emboscada del Ejército boliviano.
  Ella estaba en la retaguardia, en el grupo de Joaquín, Vitalio Acuña, muerto también ese día, junto a otros valerosos combatientes.

 Tania, mujer de probado arrojo, de nacionalidad alemana-argentina, hija cubana adoptiva, se sometió a un intenso adiestramiento de inteligencia para preparar la llegada del Che y sus compañeros a Bolivia.
  De finos modales, elevada cultura y derroche de valor, fue figura clave en la organización y desarrollo de la guerrilla del Che.
  La traición de Honorato Rojas le arrancó la vida, en plena juventud a la única mujer guerrillera en Bolivia, al experimentado líder de la Sierra Maestra cubana, Vilo Acuña y otros combatientes latinoamericanos.
  Cuentan también que el asesino de Tania enloqueció porque creía verla aparecer a cada paso, con su mirada tierna y desafiante, el pelo enredado y la ametralladora empuñada…
  Hoy, Tamara Bunke Bider, Laura, Tania, vestida de campaña, en el batallón de refuerzo de la Patria de todos los cubanos, defiende sueños y realidades de unidad latinoamericana…

 

sábado, 11 de enero de 2020

¿Clandestinos?



Las máscaras de Dalí se usaron en el mundo contra el capitalismo


  Pareciera que estamos viendo una película de ficción y de baja factura. En un perfil de Facebook, esa red social en la que muchos coinciden nombrar como un gran solar, a donde algunos les da por gritar hasta vulgaridades, aparecen fotos y vídeos de algunas personas enmascaradas, utilizando nada menos que una de las máscaras de Salvador Dalí, pintor, escultor y escritor español nacido en la ciudad catalana de Figueras el 11 de mayo de 1904 y fallecido el 23 de enero de 1989.
  El uso de estas máscaras se extendió por el mundo justamente en movimientos anticapitalistas, la utilizó Julián Assange, fundador de WikiLeaks, en protesta contra el acoso policial capitalista por sus denuncias, fue también portada por movimiento de hackers Anonymous desde 2008, y ganó aún más popularidad en la serie La casa de papel, transmitida por Netflix (en realidad, producida por la española Antena 3), algo que nada tiene que ver con Cuba, por supuesto.
 Demostrada la incultura de los personajes que se hacen llamar Clandestinos.
Populares en la serie La casa de papel

  Para poner la tapa al pomo, se escudan detrás de la imagen de los actores Luis Alberto García e Isabel Santos, protagónicos del filme homónimo de Fernando Pérez, verdadera historia de amor y resistencia, que refleja la vida de los jóvenes que arriesgaban su vida, de verdad, para defender una causa justa, como fue la lucha en la Isla en la década del 50 del siglo XX contra la dictadura de Fulgencio Batista.
Otra clara muestra que tampoco estos personajes conocen de historia…