Dieciséis años atrás Ivette
González solo jugaba con sus manos y empezaba a desarrollar los sentidos del tacto, el olfato
y el gusto cuando fue víctima de la aberración. Se llevaron presos a su padre y
a su madre.
Creció en Cuba junto a la familia incompleta, porque René
González volvió a la Isla solo después de cumplir estrictamente hasta el último
día fijado en la injusta sentencia.
A Rosa
Aurora Freijanes, sin embargo le fue negado procrear, elemental derecho
humano, la vida le dio, por suerte otros hijos, que aunque no los llevó en el
vientre siente el amor infinito. Fernando González también cumplió la absurda
condena y desde este pedazo de tierra sigue en pie en la lucha hasta lograr el
regreso de sus otros tres hermanos.