jueves, 28 de enero de 2021

Romanza de enero


  Te levantas y tienes que salir a la calle a cumplir con tu función social, esa de mantener a los otros informados, de decir la verdad, de andar a la “viva” porque los tiempos no creen en fantasmas, desde hace casi un año un potente virus azota y mata, el país, como el mundo vive una crisis de la economía y arrecia el infame bloqueo impuesto por un sistema que pierde prestigio a diario.

  Sales y te encuentras a mucha gente arriesgando el pellejo para salvar la vida de otros que se contagiaron. Personas que tienen hijos, padres, hermanos, parejas, amigos y vecinos y hace casi un año no los abrazan, no los besan, hablan de lejos, solo pueden reunirse en familia cuando un día detrás del otro trae la prueba negativa, y el asilamiento establecido por los protocolos.

  Cumples con las medidas de bioseguridad, las manos ásperas de tantas soluciones alcohólicas, desinfectantes, los labios secos, detrás de la mascarilla que pierde el color a causa del cloro, del sol, la sonrisa cubierta y los ojos que lo miran todo: al que anda sin la debida protección a riesgo de contagiar a sus semejantes, los que persisten en hacer colas, aglomerarse, revender productos que son escasos, a la muchacha que patrulla el parque, a quienes, a pesar de todo, escriben poesía.

  Te vas a tomar el pulso a la vida, y allá en cualquier punto cardinal del territorio donde vives aparece un jovencito, recién graduado de ingeniero en la Universidad, que vive en una localidad distante, que amanece embarrado de grasa y hollín porque hay que producir azúcar, esa que se exporta para que entre un “dinerito” al país y se pueda comprar, haciendo malabares, la medicina para un niño que espera en la sala de un hospital con la cabeza calva.

  Piensas en que tienes a un hijo cerca que no sale de casa, que estudia una carrera en la universidad y sueña con volver a las aulas con sus amigos, compañeros, profesores, satisfacer la necesidad del conocimiento, el otro a 100 kilómetros, sin la mínima idea de cuando puedas abrazarlo y compartir con los nietos que crecen sin apenas conocerte.

  Ahora mismo los hay en una sala de terapia intensiva arrugando el seño porque la paciente asmática está crítica, y se entera que aunque bajó la cifra de contagios por el mortal virus, un colega de 49 años perdió su vida, valiosa, llena de proyectos, y te jode cuando te enteras que un grupito de desalmados, inconscientes en pleno rebrote, fueron a protagonizar un espectáculo y tratar de desestabilizar la institucionalidad en un estado de derecho con una carta magna transformadora, y refrendada por una pila de coterráneos.

  Más tarde cuando tienes tiempo de echar una mirada a las redes sociales, esas que inventaron los poderosos para manipular a los ingenuos, te das cuenta que el show estaba preparado, ensayado y anunciado, que la Embajada del país más poderoso (y ahora mismo desprestigiado) se “preocupa” por la “violencia” contra unos “pacíficos” jóvenes…

  No te queda de otra que volver al Maestro, el que nació hace 168 años; pero que escribió anoche para alertarnos: "Pero no augura, sino certifica, el que observa cómo en los Estados Unidos, en vez de apretarse las causas de unión, se aflojan; en vez de resolverse los problemas de la humanidad, se reproducen; en vez de amalgamarse en la política nacional las localidades, la dividen y la enconan"

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario