A la izquiera mi madre, sentada la tía Onelia, a la derecha Tata Marina | , eran jóvenes y lindas |
Pareciera verla con la sonrisa iluminada y colocándose las
manos en la cabeza cuando advertía su
presencia y lo primero que hacía la niña era encaramarse en sus tacones…
Bárbara María no desaprovechaba oportunidades, en el closet
del último cuarto aparecían ordenados y multicolores; pero ella prefería unos
de madera, que según presumía eran utilizados para las tardes en la casa de la
playa…
Altos zapatos y carteras, eran juguetes preferidos cada vez
que iba con su madre a aquella espaciosa casa. Cuan disfraces perfectos
combinaba con peinados y vestidos que sacaba también del closet. Frente al
espejo a veces era una maestra, de fino verbo y rebuscadas palabras; otras una
bailarina, actriz o la muchacha de la esquina que salía al anochecer a ver una
película con el novio…
Manejaba los tacones de manera perfecta, fue tal vez empecinado
entrenamiento que le acompaña hasta hoy cuando disfruta sentirse seis o siete
centímetros por encima de su estatura, para nada esbelta…
La dueña de esos tacones se ha ido, el tiempo se detuvo. La dueña de los tacones se llevó la sonrisa
encendida.
La niña, que ya no lo es, seguirá escuchando la algarabía
que trascendía ventanales cuando todos estaban reunidos en torno a los mejores
pasteles del mundo mientras se contoneaba en tacones.
Tata Marina, ahora mismo me mira sonriente desde una
fotografía.
Linda foto de época. Un abrazo, Bárbara.
ResponderEliminarEsa niña, que ya no sos, atesora el pasado que regresará sobre tacones cada vez que recuerde a su querida Tata Marina.
ResponderEliminarLamento esa pérdida.
Un abrazo Bárbara.