Me gustaría que pudieran ver lo que yo veo desde esta habitación. La
costa baja y arenosa del Pacífico reflejando rascacielos fantasmas. Y
digo fantasmas porque no se ve ni una sola persona mirando desde los
miles de balcones, ni una persiana abierta como alivio al fuego de la
tarde, ni siquiera una humilde matica colgando, haciendo fotosíntesis
de la luz tropical.
Mucho concreto proyectado al cielo.
Acaso
como premonición de una vastísima enredadera de familias que ascenderá
desde los barrios a dar vida a la piedra inanimada, o que bajará de las
montañas como avalancha viva, inundando el asfalto en su corriente de
esperanza.
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