viernes, 8 de abril de 2016

La culpa, la maldita culpa no la tiene nadie

John Vila Acosta, es un joven estudiante de periodismo, a punto de graduarse, que desde poco más de un año trabaja como reportero en la Agencia Cubana de Noticias (Corresponsalía de Matanzas) conocedor y apasionado por el deporte, aquí les dejo este comentario...


por: John Vila Acosta


Vivir una situación decepcionante dos veces consecutivas resulta un hecho doloroso, hacerlo durante cinco ocasiones es un martirio.

Si no es así, pregúntele a los aficionados matanceros, quienes fueron testigos, otra vez, de cómo los Cocodrilos no pudieron hacer valer el lema “Vamos por Más”, y cayeron mareados por humo, mucho humo del mejor tabaco del mundo.

Estas son horas de buscar culpables, aún llueven hipótesis emanadas de la frustración que causa la derrota, y cada seguidor del deporte que levanta pasiones en Cuba cree tener muy claro la jugada clave o el jugador (o mentor) villano de esta historia.

Son comunes los comentarios en las calles desde “todo es culpa de Víctor”, o “no merecen ganar”, hasta los más radicales “yo no voy más al Victoria de Girón”, expresiones estas que surgen en momentos de crisis y muchas veces vienen cargadas de argumentos contundentes.

Pero ¿quién tiene la culpa? ¿Existe un responsable de la derrota?

Estas son interrogantes que trataré de abordar desde mi modesta percepción, pero sepa desde un inicio que encontrar el malo de esta película o el superhéroe salvador, se vuelve complicado cuando de pelota se trata.

Son muchos los que adjudican el hecho de perder a Víctor Mesa, como si el explosivo manager todavía agarrara bates y atrapara líneas en el jardín central.

Desde su puesto de timonel Mesa pudo cometer errores en el transcurso de los siete partidos, pero creo que estos no decidieron un resultado negativo para la novena de la llamada Atenas de Cuba.

VM32 maniobró como siempre, llevó los hilos del juego desde el primero hasta el último out y transmitió su personalidad inquieta a los jugadores rojos, lo que para bien o para mal (tal parece que para mal),  son rasgos de su forma de dirigir.

Así lo hizo durante toda la campaña regular, en la cual terminó al frente y usted dirá que los play off son otra cosa, con toda razón, pero no se le puede pedir a Víctor que cambie de una etapa a otra, él es así y cautivó a gran parte del pueblo yumirino de esa manera.

Por la otra valla, José Ricardo Gallardo se equivocó bastante en el manejo de su picheo, otorgó demasiada confianza a serpentineros que se veían explotados, dejó a Denis Laza jugar partido tras partido cuando se veía muy mal al bate, y sin embargo ganó.

Otro culpable famoso de la gente es Eduardo Blanco, quien en el último desafío dejó caer un fly inofensivo en la pradera del medio que a la postre costó carrera, pero quizás se pase por alto el complicado batazo que antes le engarzó a Andy Sarduy en el propio choque cuando las bases estaban llenas.

El pelotero, natural del municipio de Martí, también hizo lo suyo madero en ristre y trajo la segunda anotación de los cocodrilos matanceros en el desafío de cierre, con imparable al derecho que impulsó a Manduley desde la antesala.

Alexander Rodríguez, también en boca de muchos, fue autor del wild pitch en el cuarto juego que significó victoria para los Pativerdes pinareños y víctima del descomunal batazo de Yosvani Alarcón, que decidió el play off en el séptimo encuentro.

Rodríguez se equivocó como cualquier lanzador lo hace al enterrar el envío en tierras pinareñas, pero el jonrón del receptor tunero es mérito del propio Alarcón, quien avisó primero al banco local y luego cumplió para dolor de cada uno de sus integrantes.

Perder siempre duele, sobre todo cuando el éxito se acarició desde tan cerca, pero la tarea no es buscar culpables cuando la verdadera razón del descalabro radica en la superioridad del conjunto Pinar del Río en estas instancias del campeonato.

A los peloteros matanceros les sobra calidad, constancia, disciplina y vergüenza deportiva, pero les falta liderazgo, entereza psicológica y actitud para asumir duelos de alta tensión, entonces buscar un culpable en especial resulta ilógico, cuando la culpa, la maldita culpa no la tiene nadie.

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