Yo germinaba en el vientre de mi madre en la
madrugada del lunes 17 de abril de 1961 cuando la Brigada 2506, organizada y
financiada por una de las agencias de Inteligencia más poderosas del mundo (la
CIA de Estados Unidos) desembarcaba sigilosamente por la costa Sur de Cuba con
el propósito de ocupar una “cabeza de playa”, y solicitar la intervención
norteamericana.
En el mes de diciembre de ese propio año,
cuatro días antes de que el Comandante en Jefe Fidel Castro anunciara a Cuba
primer país libre de analfabetismo, nací en el hospital de la maternidad de la
barriada de Versalles, en la occidental ciudad de Matanzas.
Soy hija de las escaseces, del racionamiento
impuesto para adquirir los alimentos, idea del Che Guevara para repartir lo
poco entre muchos, cuando los blúmeres no aparecían en las tiendas y mi padre
cambiaba zapatos y ropa usada por media tonelada de malanga.
Crecí sin mis abuelos maternos, se fueron de
la Isla detrás de mis dos tías que prefirieron echar su suerte en el Norte,
nunca me dijeron los motivos por los que decidieron partir, tal vez no soportaron
repetir los mismos vestidos o se cansaron de comer lentejas en la década de los
años 60 del siglo XX.
Conocí a The Beatles gracias a un viejo tocadiscos
que existía en casa y que mi hermano y sus amigos escuchaban clandestinamente,
mientras hacían una rueda sentados en el suelo de la sala y jugando
Monopolio, igual me fascinó la voz, casi desgarrada, de Silvio Rodríguez con la
Era está pariendo un corazón.
Bailé el vals de los 15 de algunas amigas,
vestida con pantalón de mezclilla adaptado a mi fisionomía, una blusa de mi
madre llevada a mis medidas y unos tenis “cambolos” (de tela gruesa y suela de
goma) que darían verdadera envidia a los mejores Converses de estos tiempos.
Mi
único hermano partió de Cuba un día de mayo de 1980 por el puerto cubano del
Mariel, lo volví a ver en el año 2001 cuando mis/nuestros padres habían partido
de este mundo sin despedirse. Eduqué a mis hijos con los valores de la
honestidad, solidaridad y patriotismo, porque no concibo a un ser humano cabal
que no ame la tierra donde puso por primera vez sus pies.
Me hice periodista para decir la verdad. No
soporto que me manipulen y mucho menos que me digan mentiras o traten de darme
golpes suaves.
Aplaudí el restablecimiento de relaciones
diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos; lloré cuando Los Cinco, esos hombres
que se convirtieron en hermanos y eran tema común de conversación entre
familias y amigos, se abrazaron a Raúl Castro, vestido de verde, y cuando cantaron
junto a Silvio el mejor Necio del mundo.
No pensé estar viva y ver caminar al
presidente de los Estados Unidos por la Habana Vieja y mucho menos escucharlo
en un discurso y hablar de soberanía, esperanza, unidad de la familia, y sobre
todo, casi que convidad a borrar la memoria, a olvidar nuestra historia, esa
construida con sangre noble.
Obama no se disculpó con los cubanos por los
daños humanos y materiales provocados por más de 50 años de bloqueo. Ni por esa
ley que da privilegios a los de la Isla que llegan con los pies secos tentados por
los cantos del consumismo. El señor presidente no pidió perdón a Ivette, la
hija de René González que creció sin su padre, ni a Gema, la de Gerardo y
Adriana porque casi no pueden procrearla. No se excusó con Nemesia, la niña que
vio a su madre por dentro, víctima del bombardeo de la aviación en aquel abril
de Playa Girón, ni con los familiares de los mártires del avión de Barbados.
Vivo en la ciudad que vio nacer a Conrado
Benítez, un joven negro y maestro, asesinado por bandas contrarrevolucionarias pagadas
por el gobierno de Estados Unidos, en la ciudad desde donde partió José María
Heredia al destierro, en la ciudad dónde se bordó la bandera cubana, en la
ciudad donde nació Bonifacio Byrne, que desde tiempos memorables dijo que “no
deben flotar dos banderas, donde basta con una…”
Al concluir el discurso bien elaborado,
coherente, atinado e inteligente, en el cual puso sus esperanzas en los jóvenes,
y aseguró confiar en el pueblo cubano, Obama partió hacia la Embajada de su
país en La Habana, y estrenó sonrisas y apretones de manos con los llamados “disidentes”
o “sociedad civil independiente”, que no es otra que un grupo de personas
asalariadas con los millones que el gobierno estadounidense dedica para
subvertir el orden interno de Cuba.
Yo, hija de las escaseces derivadas del
bloqueo, de la libreta de abastecimiento y Guevariana hasta la médula, no creo
en Obama…
Sí, Bárbara, es muy difícil creerle, hay una historia muy pesada detrás de todo esto. En todo caso elogio únicamente su interés en dar la cara con respecto a los lazos bilaterales que se reanudaron entre ambos países.
ResponderEliminarUn abrazo, periodista amiga.
Yo, menos.
ResponderEliminarObama nació el mismo año que usted. Obama no te inculcó que despreciaras a tus tías o a tu hermano por querer otro destino. Obama no te prohibió que entraras a los hoteles cubanos. Obama no te prohibió que compararas o vendieras tu casa o tu auto. Obama no te prohibió que compraras por la libre lo que otro cubano cultivaba o criaba con el sudor de su frente. Obama no te impuso el bloqueo. Obama no te impuso la tarjeta de abastecimiento ni te dijo que le llamaras así, cuando en realidad es una tarjeta de racionamiento. Obama no te inculco en veneno que llevas en la sangre. Obama sabe que existen cubanos como tú, los vio en los medios de comunicación nacionales criticarlo. Obama no es el culpable. Obama fue quien libero a los 5. Lo que sucede señora Vasallo es que usted necesita echarle la culpa, toda la culpa a Obama, porque sabe que detenerse a pensar que pueden otros tener parte de la culpa es imposible. Eso de quedarse sin culpables de la noche a la mañana, es duro muy duro. Tienes miedo y es normal. Los extremos se parecen, son idénticos. Los recalcitrantes de derecha de Miami tampoco confían en Obama.
ResponderEliminarSeñor Sergio sin apellido, obviamente usted no entendió mi artículo.
ResponderEliminarLe aclaro solamente dos cosas, porque soy un ser humano, por demás sensible.
En ninguna de mis afirmaciones, digo que desprecio a mis tías ni a mi hermano. Es un pasaje bien triste en mi familia. Nunca me he peleado con ellos, ni le echo la culpa a Obama de que decidieran irse.
Por suerte no estoy envenedada...solo digo verdades, que a personas como usted, le duele escuchar
Gracias por acercarse a Barbarisimacuba, que tenga usted un buen día
Y usted en quién confía Sergio? El venemo suyo sí que es fuerte...
ResponderEliminarBárbara, sólo pasaba para decirte que no tengo la más remota idea de quién es ese Sergio, que por lo que veo se indigna con mucha velocidad.
ResponderEliminarSaludos, querida hermana cubana.
Confío más en Obama que en los que lo critican. Confío en la juventud cubana. Confío tanto en los que se han quedado sufriendo estrecheces, como en los que se han ido, porque estos últimos son los que nos han ayudado a subsistir y regresaran a ayudar a reconstruir el país. Confío en el joven que desconfía de un discurso que nos quiere llevar al puerto de donde partimos, que ya no existe. Confío en un futuro con plenas libertades, donde no vigilen mi cuadra y si lo hacen sea para combatir el crimen y no como pensamos. Confío en un futuro donde podamos elegir diferentes opciones de camino y no nos impongan uno solo. Confío que podamos seguir oyendo a los Rolling Stones o a los Beattles y recuerdo que no fue Obama quien los prohibió. Confío en que una profesional como tú, pueda seguir defendiendo un gobierno que no es capaz de proveerle un salario digno o transporte adecuado, siempre y cuando a mí me permitan criticarlo por ello. Confío en que no se le expulse del trabajo a los que no están de acuerdo con el gobierno y después se les acuse de asalariados o mercenarios cuando para subsistir tienen que recibir ayuda ni se les apabulle cuando salen a protestar pacíficamente. Confío en que la prensa no sea un instrumento del Estado, que este aquí para criticar el poder. Confío que no termine esto en una explosión social, porque los callados y desconformen son inmensa mayoría. En fin confió en tantas cosas, que confió hasta en ti y en el futuro.
ResponderEliminarPor lo que aprecio señor Sergio, sin apellido, usted, como decía mi abuelo, "agarra el rábano por las hojas"...
EliminarYo también confío en que el salario de los periodistas esté de acuerdo con el gran trabajo que hacemos. Y estoy segura que en algún momento lo lograremos.
No conozco en Cuba a nadie que hayan expulsado de su trabajo por estar en contra del sistema social. Repite usted lo que dicen otros, sin tener argumentos sólidos para ello...en fin, que a toda costa quiere imponer su criterio y no respeta e mío
Yo también confío en los jóvenes, en esos que se levantan todos los días bien temprano con el ánimo de construir un mejor mundo posible
Gracias por su tiempo y por llegar a Barbarisimacuba, aquí la polémica reconforta, bajo la premisa de respetarnos
Que tenga un buen día
Barbi:
ResponderEliminarMuy bueno tu artículo. Seguimos combatiendo. Un abrazo
Hay algunos a los que les vendría muy bien tratar de sobrevivir en otros países, sobre todo en el "tercer mundo", aun que "el primer" hoy en día cada vez se parece más al resto.
ResponderEliminarPara nosotros la Revolución Cubana sigue siendo un faro y un ejemplo.
Abrazos,
Gunnel