

El domingo
último, este 8 de septiembre, amanecía en las redes la noticia de la partida de
Camilo Sesto, el ídolo de la canción hispana, que durante 50 años conquistó
escenarios y a más fans que ningún otro ser viviente en el mundo del espectáculo.
Refugiado en su
casa, en las afueras de Madrid, fue ingresado en un hospital y por fallos
renales partió de este mundo al amanecer del 8, faltando pocos días para
cumplir, el 16 de septiembre, sus 73 años.
Aunque siempre, y
lo he contado otras veces a los amig@s, desde mis últimos años de infancia y en
la adolescencia escuchaba a los Beatles y a los exponentes de la Nueva Trova
cubana, tuve a Camilo Sesto en mi casetera, uno de los pocos cantantes de la
época que atraía mi atención, tal vez por aquella voz preciosa con matices de alegría o tristeza según correspondiera con
la pieza que interpretaba, su registro inconfundible y la belleza de su rostro
adornado con su cabellera oscura y ojos azules intensos.
Lo escuchaba siempre, lo escuchaba igual cuando dijeron que estaba prohibido porque había ido a Chile en el 1974 a cantar a Pinochet, y después de mucho tiempo supe que había ido a Chile a cantar al pueblo y que hasta una canción escribió en contra del golpista, cuando se hospedaba en un hotel en Santiago...