Si eres de esos
hombres que no reposan, confías en la vida, asumes un paradigma para escudriñar
el camino, aunque sea empedrado, amas la paz, luchas por el futuro desde las
conquistas de un presente.
Si existes y
persistes pese a los tiempos enmarañados, entonces puedes estar en esta carta.
A propósito de este
tercer domingo de junio, cuando se avizora un verano pleno, pensarás en el padre que se multiplicó en América, ese que fue médico, soldado, guerrillero, hombre
real, devenido mito.
Aquel que dejó a sus
vástagos carnales para sembrar amor y dignidad en las selvas de Africa y
Bolivia, se convirtió, sin proponérselo apenas, en ejemplo para multitudes en
el mundo, y volvió, junto a sus
compañeros, sin una queja, eterno guardián en la batalla de hoy y de mañana…
Traerás a tu
memoria, cuando tus descendientes regalen besos, mensajes o un abrazo fuerte, a
otro hombre legendario, quien escribió versos a su Ismaelillo e iluminó su
frente con el sol en aras de libertad.
Un padre que, luego
de más de un siglo, continúa en su afán de maestro, insistiendo en la marcha
apretada, el verbo ardiente y el amor entre los hombres.
Si unas manitas
suaves rodean tu cuello sorpresivamente, ufánate, porque hay hombres que en
este instante no pueden sentir ese privilegio, el odio los mantiene confinados
en cárceles lejanas por la justa razón de combatir los males de la humanidad.
Y a otros ni
siquiera les han permitido tener la dicha de la paternidad. Ellos son retoños jóvenes
y valerosos que optaron por el sacrificio y hoy también recibirán cartas y
mensajes como padres múltiples inscriptos ya en la historia.
Si besas la frente
de tu progenitor y compartes este día a su lado, dedícale amplia sonrisa e
infinito respeto extensivo hacia el patriarca mayor, quien se empina después de la tormenta y predica ejemplo a cada paso.
No olvides hoy a los
que tristemente pasaron o quedarán en los anales por actos genocidas, guerras preventivas, esos que
no merecen el beso tierno, infelices e inconformes de la vida. Cuéntales a tus
hijos para que no se repitan historias que parecían desterradas.
Confío en que eres
de esos padres o de esos hijos que abres los ojos cada día persuadido de que en
estos tiempos de cambios climáticos, contiendas de rapiña, submarinos nucleares
y tantos disparates, hay pueblos que despiertan, hombres y mujeres que aprenden
a leer, médicos que curan el alma y sueños convertidos en realidad.
Padre, estás en esta
carta porque vives convencido de tu más
pura y suprema responsabilidad: preservar nuestra especie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario