sábado, 16 de junio de 2012

PADRE QUE PUEDES ESTAR EN ESTA CARTA


  Si eres de esos hombres que no reposan, confías en la vida, asumes un paradigma para escudriñar el camino, aunque sea empedrado, amas la paz, luchas por el futuro desde las conquistas de un presente.
  Si existes y persistes pese a los tiempos enmarañados, entonces puedes estar en esta carta.
  A propósito de este tercer domingo de junio, cuando se avizora un verano pleno, pensarás en el padre que se multiplicó en América, ese que fue médico, soldado, guerrillero, hombre real, devenido mito.
  Aquel que dejó a sus vástagos carnales para sembrar amor y dignidad en las selvas de Africa y Bolivia, se convirtió, sin proponérselo apenas, en ejemplo para multitudes en el mundo, y  volvió, junto a sus compañeros, sin una queja, eterno guardián  en la batalla de hoy y de mañana…


  Traerás a tu memoria, cuando tus descendientes regalen besos, mensajes o un abrazo fuerte, a otro hombre legendario, quien escribió versos a su Ismaelillo e iluminó su frente con el sol en aras de libertad.
  Un padre que, luego de más de un siglo, continúa en su afán de maestro, insistiendo en la marcha apretada, el verbo ardiente y el amor entre los hombres.

  Si unas manitas suaves rodean tu cuello sorpresivamente, ufánate, porque hay hombres que en este instante no pueden sentir ese privilegio, el odio los mantiene confinados en cárceles lejanas por la justa razón de combatir los males de la humanidad.
  Y a otros ni siquiera les han permitido tener la dicha de la paternidad. Ellos son retoños jóvenes y valerosos que optaron por el sacrificio y hoy también recibirán cartas y mensajes como padres múltiples inscriptos ya en la historia.

  Si besas la frente de tu progenitor y compartes este día a su lado, dedícale amplia sonrisa e infinito respeto extensivo hacia el patriarca mayor, quien se empina después de la tormenta y predica ejemplo a cada paso.
  No olvides hoy a los que tristemente pasaron o quedarán en los anales por  actos genocidas, guerras preventivas, esos que no merecen el beso tierno, infelices e inconformes de la vida. Cuéntales a tus hijos para que no se repitan historias que parecían desterradas.
  Confío en que eres de esos padres o de esos hijos que abres los ojos cada día persuadido de que en estos tiempos de cambios climáticos, contiendas de rapiña, submarinos nucleares y tantos disparates, hay pueblos que despiertan, hombres y mujeres que aprenden a leer, médicos que curan el alma y sueños convertidos en realidad.
  Padre, estás en esta carta porque vives  convencido de tu más pura y suprema responsabilidad: preservar nuestra especie. 
 
  

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