sábado, 22 de septiembre de 2012

Villa Turbina...


(De la serie "Crónicas de mi Aldea")
 XIV
Con Olguita, en Villa Turbina, mucho tiempo después...

    El abuelo Miguel Espínola, fue todo un personaje en el ingenio, primero por su manera de decir las cosas, contar anécdotas, ser desprendido con sus semejantes, segundo porque era uno de los mejores seres humanos que vio Bárbara María en la historia, y tercero porque era Miguel Espínola, alguien irrepetible…
  A su casa, una amplia quinta, casi a las afueras del batey, se llegaba por dos caminos, por el que conducía a los “chalets” de los mister, otrora dueños del ingenio, doblando a mano izquierda antes de llegar a la primera de las edificaciones; o por la vía paralela al barrio de La Morera, bordeando la línea del ferrocarril y tomando a la derecha.


  En su cómoda terraza se podía disfrutar de limonadas, naranjadas o batidos de la fruta de estación que la abuela Fele traía complaciente y sonriente, con su rostro espléndido y el pelo cano, de anciana venerable. El patio era pródigo en árboles robustos.
  Bobó, siempre tenía un cuento distinto, hablaba alto y gesticulaba con carisma, y conquistaba al auditorio, que de vez en vez por las tardes acudían también a la terraza de marras a degustar un trago de “alcolifán” muy de moda en aquellos tiempos de escaseces, cuando todavía el Havana Club era sólo sueño en vitrinas de “diplotiendas” en muy específicos sitios de la geografía…
  Bárbara María y Olguita, solían pasar muchas tardes en casa del abuelo Miguel, sobre todo en tiempo de verano, se escurrían hasta el fondo del gran patio, desde donde partía la génesis para el regadío de cuánta planta florecía en aquella especie de organopónico gigante.
  El calor y el sol permitían darse un ligero baño en el sitio donde se guardaba agua, una especie de poceta, y si se agregaba un poquito de sal, pues bronceaba la piel y emparejaba, al menos algo, para no llegar en bikini, a la playa el primer domingo de la temporada muy parecidas a un pomo de yogurt, después del invierno.
  Fue popular entre el grupo de muchachos y muchachas, preguntar a Bárbara M. y Olguita, por aquellos días cuando organizaban la esperada excursión hacia Varadero, distante a unos treinta y tantos kilómetros  del ingenio: “fueron ya a Villa Turbina…”
  Miguel, a donde quiera que esté en estos mismos instantes, en el paraíso o en el infierno, recordará aquellos días con singular sonrisa, porque era cómplice incondicional para que dos buenas amigas presumieran “doraditas” ante los jovencitos del grupo que siempre andaban dando vueltas...

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2 comentarios:

  1. Jajaja, yo también me bañé en la Villa Turbina de mi pueblo, que diga, de mi campo.... jajajajajaja. Me gustan esas crónicas.

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  2. El aprendizaje con Radio y TV Martí #Cuba http://cubalaopinion.blogspot.com/2012/09/el-aprendizaje-con-radio-y-tv-marti.html

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