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El 4 de noviembre de 2001 cuando azotaba en huracán Michelle |
Mi familia, por ser cubana, es similar a
muchas y difiere de otras. Siempre estamos discutiendo de los últimos
acontecimientos del mundo, todos, sin excepción, tenemos un libro en la
cabecera que renovamos con frecuencia.
En el sitio privilegiado donde la mayoría de
las familias suelen exhibir un Jesucristo, en mi casa permanece una excepcional
fotografía que Chinolope hiciera al Che Guevara, y otra en la cual aparezco al
lado de Fidel, en una de esas tantas aventuras reporteriles.
Cuando el mundo se conmueve ante la noticia demoledora
que llegó como un rayo, de la partida de Fidel, también asumimos en familia el
golpe duro, incomparable…
Mi nuera periodista en ciernes, que venía a
Matanzas a pasar el fin de semana entre todos, salió como un bólido para
incorporarse a su colectivo de trabajo en el periódico Juventud Rebelde, porque
inusualmente la publicación circularía el lunes.
El sobrino mayor, futuro estomatólogo, gastó
su saldo en enviar un extenso mensaje a la especial programación de la Televisión
Cubana, y estuvo todo el tiempo pendiente de los detalles.
Los tres hijos adoptivos que me acompañan en
el sacerdocio del periodismo, sin salir del asombro, tributan para los espacios
informativos y las redes sociales contenidos conmovedores, reflejo del dolor
popular ante la pérdida del líder. Uno de ellos afirma convencido, que Fidel no
ha muerto; sino como la materia cambia de estado para confundir a los enemigos.
Mi hijo menor volvió sobre el libro de
Katiuska Blanco, el primero de los que cuentan la historia de este
hombre-leyenda y que atinadamente la colega tituló Todo el tiempo de los
cedros.
El Combatiente de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias desde hace 60 años, que es mi suegro, se afeitó su barba
blanca, aquella que había dejado asomar desde que el 31 de julio, 10 años
atrás, Fidel en su lecho, muy grave, dictó la Proclama que todavía nos
estremece…
Mi hijo mayor concluía su gira De paso por
tierras de Argentina, vestido de verde olivo y con la bandera cubana como única
escenografía, compartiendo el dolor con un público amante de la Revolución
Cubana.
Me he pasado estas últimas horas, desde que a
las 12.43 minutos de la madrugada del sábado 26 de noviembre, me llamara una
voz amiga que todavía no logro descifrar, para dejarme aturdida con la noticia,
tratando de dedicar a Fidel, por incontables razones, algunas líneas íntimas, confieso
que se me hace un nudo en la garganta y no podía escribir.
Converso con mi esposo sobre mil y un
momentos vinculados al Comandante en Jefe, y él me repite hasta el cansancio con
los ojos enrojecidos y su voz entrecortada: “No te das cuenta que Fidel vive muchas
vidas…”