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Nuñez recibe el sello de manos del presidente de la asamblea del Poder Popular en La Habana |
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A Orlando Núñez los años le pesan en la espalda, con ellos a cuesta
subió al escenario a recibir el Sello por los 500 años de La Habana, en
el Concierto 100 de Silvio Rodríguez.
La Asamblea provincial del Poder Popular en la capital decidió
otorgar el reconocimiento al trovador, primer ciudadano en recibirlo;
pero Silvio en gesto humano y divino cedió el honor a Núñez, “fundador
de Ojalá y de tantas cosas” dijo el autor de Unicornio ante un auditorio
numeroso, en la barriada de Jesús del Monte, en la tarde-noche del
viernes último.
Núñez cumplirá 70 años de trabajo en este 2019, siempre en el
sector de la cultura y desde hace 24 en Ojalá, la Oficina del trovador a
la cual llegó para fundarla y echar raíces junto a un grupo de gente
laboriosa que Silvio les suele llamar los “invisibles-imprescindibles”.
Con sus más de 85 años de vida el hombre de pelo cano y mirada
intensa recibió el Sello dorado, aparentemente sin inmutarse, y volvió a
sentarse bien cerca de donde el trovador regalaba canciones antológicas
para no perder un detalle y tararearlas muy quedo, como para retenerlas
por siempre.
El concierto 100 trajo emociones diversas, desde el encuentro
de seguidores del trovador de varias latitudes del mundo, el premio
Pablo a la Gira Interminable, como bautizaron estas cruzadas por
comunidades periféricas de la ciudad capital y otras del país, hasta la
presencia de Yoruba Andabo, agrupación afrocubana invitada en esta
ocasión, y que puso a bailar al más pinto en la tarde de marras.
Silvio mencionó a las personas que en todo este tiempo le han
acompañado en la noble misión de llevar la música y la cultura a lugares
desfavorecidos, y evocó aquel primer concierto en septiembre del año
2010:
“Esta etapa de los conciertos en los barrios empezó de pronto
un día, hace ya algunos años. Surgió de la invitación de este compañero,
el Mayor José Álvarez López, que atendía a La Corbata, un barrio de
realidades precarias. Aquella experiencia, que nosotros hicimos por
solidaridad, resultó muy gratificante y por eso la quisimos repetir en
otro barrio, y después en otro, y aquí estamos…”
La tarde se fue volviendo noche y la barriada capitalina de
Jesús del Monte, por donde el 27 de enero pasó un tornado que echó abajo
techos, paredes, árboles, tanques, autos y todo lo que encontró en su
camino, era un multitudinario coro, cuyas voces afinadas unas y otras no
tanto, gritaban al viento que “la era está pariendo un corazón”, “Eva
deja de ser costilla” o “Te amaré, en lo profundo…”
Silvio, sin perder un detalle recordó a los artistas e
intelectuales que en estos años fueron invitados y ya no están en este
mundo, y evocó al Santiago Feliú, quien partió antes de tiempo y ese
propio día cumpliría 57 años.
Para Bárbara se dejó escuchar con la visible emoción del juglar
y de todos los que sintieron ahogarse la brisa, inagotable, azul
infinita… Mientras Lucy llevaba a punta de bolígrafo cada uno de los
temas salidos de los acordes, Niurka desplegaba alas, los músicos
vibraban, Olimpia se esmeraba en los controles de grabación, Mirtha,
Amín, Pepín, Soca, Kaloian y tantos “imprescindibles” apasionados
consumaban sus actos, casi heroicos.
En el concierto del 7 de diciembre de 2013, en el barrio de La
Marina, en Matanzas, en conversación exclusiva con esta periodista,
precisamente sobre sus giras por los barrios, Silvio dijo:
“Estar con la gente, es también una deuda que pago, porque yo
salí de ahí; pero he tenido la suerte de que mi música se escuche… es la
única forma que yo tengo de pagarle a este pueblo que es de donde yo
salí en definitiva... darle lo que sé hacer, lo que tengo, lo que he
podido lograr, dárselo, dárselo y dárselo…”
Es lo que ha hecho, es lo que hace y la gente acude y ese es
el gran premio, y Núñez, con sus años a la espalda lo sabe, es cómplice,
y sentado muy cerca del escenario, casi en susurro forma parte de ese
coro gigante, delirante: “soy feliz, soy un hombre feliz y quiero que me
perdonen por este día, los muertos de mi felicidad”.