“El viento fiero quebraba los almácigos copudos:
andaba la hilera, andaba, de los esclavos desnudos...”
El Viti en el memorial de Caimito de Hanánaba |
No sospechó, cuando llegó junto a su padre un día de abril a Caimito de Hanábana, que su estancia breve en aquel sitio marcaría para siempre el destino de su vida.
Allí tuvo su primer contacto con una de las más deplorables instituciones humanas, aquella que dividía a los hombres por el color de la piel y hacía que los unos, los blancos, se sintieran dueños de los otros, los negros.
El pequeño José Martí vivió en esa zona sur de la provincia de Matanzas, actual municipio de Calimete, entre abril y diciembre de 1862, ya entonces las llanuras matanceras eran terreno fértil para el desarrollo de la producción azucarera.
Para que se tenga una idea del entorno en el que compartió Martí aquellos meses, un censo del año 1834 daba cuenta de 213 ingenios moledores de caña y más del 57 por ciento de la fuerza eran esclavos.
En Caimito de Hanábana, Martí sintió crujir el látigo del mayoral sobre el dorso de los negros, asistió a las torturas del boca abajo y observó, con sus ojos inocentes, pero colmados de rabia, el desfile de negros rumbo a barracones, donde se hacinaban de manera infernal, luego de la brutal obrada en cañaverales y trapiches.
El Memorial dedicado a José Martí |
“El temporal sacudía los barracones
henchidos:
-“Yo lo vi, y me juré desde entonces a su defensa; no a aquella que consiste en halagarlos con declaraciones bellas cuando se necesita de su simpatía para ganarse fama o posición, o echar de su fama algún rival, sino la que consiste en irlos levantando con amor, en irlos salvando de sí mismos, en los yerros naturales a que los expone su pena acumulada, en irlos defendiendo de las exaltaciones de sus propias pasiones, o de las que encienda en ellos esa raza criminal de aduladores de las turbas, seta venenosa que le hace siempre a la virtud caricaturas a veces admirables de la gloria.
¡Como si bastase invocar la virtud para poseerla! -Los que la poseen rara vez hablan de ella. ¿ Necesita el sol privilegio de su fuego o certificado de su luz ?”-
una
madre, con su cría, pasaba dando alaridos...”
Las escenas,
advertidas por primera vez, no las olvidó jamás, y mucho después, recordaba en
sus obras completas: -“¿Quien ha visto azotar a un negro, no se considera para
siempre su deudor? Yo lo vi, lo vi cuando era niño, y todavía no se me ha
apagado en las mejillas la vergüenza”. -“Yo lo vi, y me juré desde entonces a su defensa; no a aquella que consiste en halagarlos con declaraciones bellas cuando se necesita de su simpatía para ganarse fama o posición, o echar de su fama algún rival, sino la que consiste en irlos levantando con amor, en irlos salvando de sí mismos, en los yerros naturales a que los expone su pena acumulada, en irlos defendiendo de las exaltaciones de sus propias pasiones, o de las que encienda en ellos esa raza criminal de aduladores de las turbas, seta venenosa que le hace siempre a la virtud caricaturas a veces admirables de la gloria.
¡Como si bastase invocar la virtud para poseerla! -Los que la poseen rara vez hablan de ella. ¿ Necesita el sol privilegio de su fuego o certificado de su luz ?”-
Con un reloj de sol... |
Martí
estuvo en dos ocasiones en ese lugar matancero. En una de sus incursiones por
el río, quizás un poco más allá de los límites del Calimete de hoy, acompañado
de su padre, llegaba hasta el litoral de la Bahía de Cochinos donde, en una noche de
tormentas, presenció la horrible escena de un desembarco clandestino de
esclavos.
“El rayo surca, sangriento,
el
lóbrego nubarrón:
Echa
el barco, ciento a ciento,
los negros por el portón...”
El pequeño Martí no volvió nunca más a aquel
lugar, tal vez para no interrumpir sus estudios en La Habana , quizá porque sus
vivencias estaban tan arraigadas...
La imagen áspera de la esclavitud que descubrió en Caimito de Hanábana, fue argumento de peso en la definición de uno de los caminos de su ética: luchar sin descanso por una Cuba en la que se consagrara la dignidad plena del hombre.
La imagen áspera de la esclavitud que descubrió en Caimito de Hanábana, fue argumento de peso en la definición de uno de los caminos de su ética: luchar sin descanso por una Cuba en la que se consagrara la dignidad plena del hombre.
Panorámica del Memorial |
“Rojo, como en el desierto,
Salió el sol al horizonte:
Y alumbró a un esclavo muerto,
Colgado a un seibo del monte.
Un niño lo vio: tembló
De pasión por los que gimen:
¡Y, al pie del muerto, juró
Lavar con su vida el crimen!”
Y alumbró a un esclavo muerto,
Colgado a un seibo del monte.
Un niño lo vio: tembló
De pasión por los que gimen:
¡Y, al pie del muerto, juró
Lavar con su vida el crimen!”
Este
lugar permanece vivo en los anales de la Patria. Desde allí
sinsontes revolotean en las ceibas, júcaros y zarzas, y las mariposas muestran
al sol sus colores plenos de libertad.
Sara González canta a José Martí
Aquí la historia del proyecto del Memorial a José Martí, en Caimito de Hanábana, Calimete, al sur de la provincia de Matanzas, en Cuba.
Hola Barbarita:
ResponderEliminarAmiga, me encantó el post.
esa etapa de la vida de Martí está muy bien representada en el filme, "José Martí, el ojo del canario" de Fernando Pérez. Invito a todos tus lectores que no dejen de verlo.